El carisma mercedario brota cuando un joven mercader llamado Pedro Nolasco, nacido en un pueblo cercano a Barcelona, dice sentir, día tras día, una llamada especial de Dios. Nolasco, que veía las miserias e injusticias que ocurrían en el mundo en el que él vivía, percibía que aquella situación le arañaba, cada vez más, el alma. Un día, agotado de mirar hacia otro lado ante una realidad que no podía tolerar, se interrogó si estaba haciendo todo lo que estaba en su mano o, por el contrario, no estaba siendo fiel a lo que su corazón le exponía a gritos. «¿Qué puedo hacer para atenuar tanto dolor y para acabar con tanta injusticia?», se preguntaba.
Desde ese momento, consciente de que Dios le llamaba a algo grande, comienza un nuevo camino en el que se dedica a luchar por la libertad de los cristianos que habían abandonado la religión y, sobre todo, de aquellos que, en situación de esclavitud, estaban en peligro de perder su fe. Y, a su lado, la Virgen María, por la que Nolasco sentía un profundo amor. Sería Ella quien, en la madrugada del 2 de agosto de 1218, se le apareciese rodeada de ángeles y de santos para dejarle un mensaje: «En voluntad de mi Santísimo Hijo y Mía, funda en el mundo una Orden que, en mi honor, deberá llamarse Orden de la Virgen de la Merced de la redención de cautivos. El hábito será blanco en honor a mi pureza, en el pecho llevará una cruz roja en recuerdo de mi Hijo y el escudo del Rey al que sirves».
Así, el 10 de agosto del mismo año, san Pedro funda la Orden de la Merced en el Hospital de Santa Eulalia, en Barcelona, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou. Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; «la ratificó en la práctica de la regla de san Agustín, le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios» (COM 1-2).
El día 10 de agosto la Provincia Mercedaria del Perú celebró el octavo centenario en la Basílica de la Merced, en la eucarístia celebrada por el Mons. Raúl Chau Quispe y tuvo la presencia del Presidente de la República Martín Vizacarra Cornejo.